Skip to content

La Fundación EDP patrocina la nueva exposición de Joaquín Vaquero Palacios

    Exposición de Joaquín Vaquero Palacios.

    El Museo ICO ha presentado la obra artística que realizó Vaquero Palacios en las centrales asturianas de Salime, Miranda, Proaza, Aboño y Tanes. Se trata de la exposición “Joaquín Vaquero Palacios. La belleza de lo descomunal. Asturias, 1954-1980’, comisariada por Joaquín Vaquero Ibáñez y organizada por la Fundación ICO, con el patrocinio de la Fundación EDP.

    Joaquín Vaquero Palacios (Oviedo, 1900-Madrid, 1998) arquitecto, pintor y escultor, fue un creador total que abordó el proceso creativo de forma global. Esta exposición se centra en el proyecto que, fruto de treinta años de colaboración con Hidroeléctrica del Cantábrico (en la actualidad, parte del Grupo EDP), materializó en cinco centrales eléctricas asturianas concebidas como obras de arte total.

    La exposición permite descubrir la obra artística realizada por Vaquero Palacios en las centrales eléctricas de Salime (1945-1955) –uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial española adscrita al Movimiento Moderno–, Miranda (1956-62), Proaza (1964-68), Aboño (1969-1980) y Tanes (1980).

    La muestra que el Museo ICO presenta tiene como objetivo fundamental sacar a la luz y descubrir uno de los patrimonios industriales más destacados y a la vez más desconocidos del panorama contemporáneo español.

    El recorrido comienza con una introducción sobre el personaje y su entorno, tanto desde el punto de vista vital, familiar y creativo, como geográfico, a través de mapas que sitúan y localizan dentro del ámbito asturiano cada una de las centrales, a las que se dedican sendos capítulos individuales.

    Joaquín Vaquero Palacios (1900-1998) fue arquitecto, pintor y escultor. Su padre, Narciso Hernández Vaquero (1866-1964), fue director y presidente de Hidroeléctrica del Cantábrico durante casi medio siglo, y responsable de la central de La Navia y de los primeros avances en el abastecimiento energético de la ciudad de Oviedo. Durante ese proceso, Joaquín, muy pequeño entonces, le acompañaba en sus viajes en tren, coche y mula, empapándose del paisaje asturiano, de su luz, color y escala.